¿La teoría de la conspiración, un virus cultural basado en todo menos la realidad? ¿O es eso justo lo que quieren que pienses?
The Independent analiza la creciente creencia en las teorías de la conspiración para explicar la realidad. El diario británico presenta información interesante de expertos y estudios científicos sobre este fenómeno cultural que ciertamente tiene una veta patológica pero, como suele suceder, ridiculiza en general a las teorías de la conspiración y a las personas que creen en ellas —como si cualquier teoría de la conspiración fuera igual y el solo hecho de considerar posible una conspiración fuera un abominación de la razón.
El director del Programa para el Estudio de la Violencia y el Extremismo, Jamie Bartlett, explica: “Hemos estudidado 50 organizaciones, incluyendo de ultraderecha, ultraizquierda, cultos, extremistas religiosos, radicales cristianos y radicales musulmanes, descubriendo que cada uno tiene algún tipo de conspiración adherida a él. Los miembros creen en una conspiración; a veces es una muy grande global, otras es una dirigida contra grupos de interés específico. La conspiración mantiene juntos a los grupos y los lleva hacia una dirección más radical. Al mismo tiempo refuerza y endurece su ideología”.
Internet, como es evidente, es terreno fértil para las conspiraciones y ha sido el propagador de estas teorías a escala global: existen comunidades masivas dedicadas a compartir y discutir conspiraciones como Above Top Secret (un sitio en el cual se pueden encontrar, por un lado, análisis lúcidos y, por otro, conspiranoia alucinatoria en su estado más puro), God Like Productions (un sitio menos escéptico todavía que Above Tope Secret) o los foros de David Icke y Camelot Project (donde la mayoría de los usuarios deberían de recordar que no es un foro de ciencia ficción).
Según Bartlett, las minorías y las personas que padecen desventajas sociales son más propensas a creer en las teorías de la conspiración, especialmente porque dichas por dichas condiciones consideran que el gobierno es corrupto.
La tercera parte de los británicos creen que la Princesa Diana fue asesinada (Daily Mail), un cuarto cree que la llegada a la Luna fue falsa (Engineering and Technology magazine), casi la mitad de los estadounidenses no creen que el calentamiento global esté provocado por el hombre y el 84% creen que el 11-S fue hecho con la participación del gobierno (NYT-CBS).
The Independent alude a estas cifras con escándalo, pero al menos en 1 o 2 casos existen argumentos para tomar las proposiciones, especialmente si uno no está contagiado por el virus cultural de que creer en una conspiración es la derrota total de la inteligencia: algo que podríamos llamar la conspiración para deslegitimar toda conspiración (una especie de paradoja silogística como “Todas las teorías de la conspiración son falsas”, Richard Nixon).
Y posiblemente es la conspiración más extendida después de la conspiración para hacer que creas en una conspiración omni-abarcante, que controla todo el mundo y tu destino (al estilo de los Iluminati).
Tampoco hay duda de que las teorías de la conspiración apelan muchas veces a la delusión y muestran qué tan fácil podemos ser mentalmente programados.
La Dra. Karen Douglas, de la Universidad de Kent, hizo un estudio con dos grupos seleccionados aleatoriamente. Al primero se le dio a leer material que sugería teorías conspiratorias sobre la muerte de la Princesa Diana.
Las personas que leyeron los textos conspiracionales fueron luego más propensos no solo a creer que la Princesa Diana había sido asesinada, sino también en otras conspiraciones aparentemente no relacionadas. Esto es algo lógico si se tiene en cuenta la influenciabilidad del cerebro humano y su notoria funcionalidad a través de la imitación: creer lo que leemos es imitación lingüística, programación.
Chris French, profesor de psicológica en la Universidad de Goldsmith, considera que las personas que creen en las teorías de la conspiración tienen en común la creencia de que las cosas les suceden a ellos, y no son el resultado de sus propias acciones, y son personas generalmente religiosas.
“Los creyentes son personas que intentan darle sentido a un universo caótico y buscan algún tipo de marco referencial para ser guíados”.
El mismo French manifiesta su preocupación en un nivel de realidad básico. “Las personas están tomando decisiones vitales sin emplear ningún tipo de pensamiento crítico”, dice el profesor de psicología.
Es verdad que las teorías de conspiración pueden ser peligrosas para la sociedad y para el indviduo que abdica al control de su vida. También es verdad que descalificar el pensamiento conspiratorio como algo tan ridículo e irracional que ni siquiera merece discutirse seriamente es muy útil para los gobiernos y demás instituciones de poder.
Al contrario, acaso no es una señal de inteligencia, de la capacidad penetrante de la razón, poder hablar de cualquier tema sin suponer que de antemano se conoce la verdad. Tanto las personas que creen, a veces delirantemente, en las teorías de la conspiración como las personas que niegan tajantemente el valor discursivo de la teoría de la conspiración –y su posible realidad– proyectan en el mundo sus creencias y son víctimas de su preconceptos –y lidian con sus proyecciones más que con los hechos (otro factor a considerar es la posibilidad de que ciertos fenómenos sean insondable para nuestro entendimiento humano).
El énfasis que hacen los detractores de las teorías de la conspiración en usar el pensamiento crírico para acercarse a un acontecimiento, también podría ser revertido, diciéndoles a muchos de estos detractores que usen el pensamiento crítico para analizar un suceso y revisen la historia, donde evidentemente existen antecedentes que demuestran que conspirar es parte de la naturaleza del hombre en su búsqueda de obtener y mantener el poder (esto no significa la caricatura de la conspiración de miembros de una sociedad secreta decidiendo encapuchados en la osucridad el destino del planeta). Precisamente porque la información es poder, como bien notó Foucault, la conspiración (el encubrimiento) tiene un claro uso político.
Ceder el poder personal y ver el mundo como una gigantesca conspiración que pesa sobre tu porvenir, ciertamente no es una forma recomendable de proceder. Pero no ser capaz de detectar cuando estás siendo manipulado por las agendas ocultas y los intereses creados de empresas y poderes políticos-financieros, es también una seria desventaja que va en la misma dirección de ceder el poder personal y no ejercer el pensamiento crítico.
Estas teorías revelan un panorama más amplio de la realidad, una realidad que consideramos debe de ser cuestionada y entendida en plural: como una construcción colectiva en la que interviene tanto nuestra percepción y el lenguaje con el que describimos algo que no podemos decir que exista una cosa (o una realidad) independiente de nuestro lenguaje y nuestra percepción.
Inicialmente Pijama Surf
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